La primera vez que escuché un piano eléctrico tuve una de las sensaciones musicales más hermosas. No sabía exactamente que instrumento estaba escuchando, imaginé que era una especie de vibráfono, de xilofón eléctrico o de un piano electrificado con algún efecto especial. Su sonido cristalino y delicado en las notas agudas contrastaba profundamente con el sonido ronco, áspero y distorsionado de los graves. Los tonos medios en cambio, sonaban como un grupo de cámara de campanas tubulares. Lo recuerdo exactamente, fue el álbum “Friends” de Chick Corea, en el que escuché por primera vez ese mágico instrumento que me produjo la catarsis definitiva.
La portada del disco de vinil, en la que se mostraba a un cuarteto musical de pitufos, no podría haber sido mejor elegida. Aunque no fui un asiduo seguidor de ese programa de dibujos animados, el sonido que salía de los surcos del disco era ideal para imaginarse alguna escena de esa serie. En el texto de la contratapa pude leer por primera vez el nombre del instrumento que me había cautivado: Fender Rhodes Piano.
La sesión de hoy no es apta para los puristas del jazz, aquellos quienes no están dispuestos a abrir la mente para conocer los deslices que importantes y fundamentales músicos del ámbito del jazz, tuvieron que dar con algún afán particular, ya sea para estar a tono con el entorno musical-cultural del momento, cautivar nuevas audiencias, profesionalizar otros géneros, acercar el jazz con anzuelos algo más comerciales, ganar algo más de dinero o lo que fuere. Este es el caso de la fusión del jazz con el pop, cuando importantes referentes del mundo del jazz, decidieron plantear propuestas musicales muy cercanas al pop, sobre todo al periodo que se conoce como “música disco”. Para ello me circunscribiré a un período especifico de diez años, específicamente entre el año 1978 y 1988.
En la lista de músicos que he elegido para cumplir este objetivo, están jazzeros de trayectoria indiscutible, en lo que se conoce como la “tradición jazzera”, y que nadie podría denostar, Herbie Hancock, Stanley Clarke, Tony Williams, Jean-Luc Ponty, Miles Davis, Wayne Shorter, Chick Corea y Joe Zawinul. Como se habrán dado cuenta, todos ellos fueron actores fundamentales no solamente de la corriente conocida como jazz-rock o fusión, sino también del Hardbop y del periodo modal, pero qué, en ciertos discos o temas, hicieron un viraje, algunos ocasionales y otros más largos, a la música pop o disco, eso sí, siempre utilizando las herramientas del jazz, algunas veces armónicamente, otras en la rítmica, otras en los timbres, etc.
En la segunda parte del programa, escucharemos a cinco músicos, muy jóvenes todos, en propuestas musicales generadas entre el 2021 y el 2022. Ya verán ustedes como podremos encontrar muchas similitudes musicales y conceptuales a pesar de existir una brecha de tiempo de más de cuarenta años. Que disfruten de esta sesión que está bautizada como: Coqueteos del Jazz con el Pop: antes, ahora y siempre.
Hay historias que siempre me gusta contar. Algunas se utilizan simplemente para hacer dormir a los niños o para conquistar a las chicas. Otras son más modestas, pero no por ello menos apasionantes, sobre todo porque suelen ser reales, como la del músico que hoy será el eje central del programa, que tiene un nombre difícil de pronunciar y reconocer llamado Bona Pinder Yayumayalolo pero que en occidente se dio a conocer como… Richard Bona.
Haremos, a vuelo de pájaro, un viaje discográfico lo más completo posible, tanto a través de su obra solista como también de su participación con grandes músicos, para que, de esta manera, ustedes puedan tener una idea clara de su caminar y disfrutar del arte de este bajista, cantante, compositor y multi-instrumentista nacido en una aldea de chozas en Minta, una pequeña localidad del Camerún oriental.
El jazz al ser la más popular de las cultas y la más culta de las populares, está presente en todas las manifestaciones culturales de la humanidad, y al ser una música “mestiza” desde sus orígenes, fácilmente se brinda, o más bien se adapta, se transforma, para diferentes tipos de objetivos. En esta sesión de La Quinta Disminuida vamos a escuchar a varios músicos de jazz, de diferentes partes del planeta, que plantearon su propuesta con aires carnavaleros.
A lo largo del programa, les contaré también algo de la historia sobre los orígenes del carnaval, para lo cual voy a recurrir a textos, maravillosos, inspirados en el carnaval, como “El Dios que baila en la oscuridad” de Gabriel Rolón, “Danza el loco carnaval” de Christian Kupchik y algunos textos de Umberto Eco.
Felíz carnaval 2019!!!
Shake It And Break It – King Oliver
Carnival – Artie Shaw
Carnival – Stan Kenton
Don’t Stop The Carnival – Sonny Rollins
Carnival – Maynard Ferguson
Carnival – Oscar Peterson
Foforo Fo Firi – Los Hombres Calientes
Carnavalito – Joe Zawinul
Carnival – Miles Davis
Waka Tokory – Yayo Morales
Carnival – Aziza Mustapha Zadeh
Candombe – Luis Salinas
La Murga Rosa – Daniel Maza
Manhã de Carnaval – Larry Coryell
Manhã de Carnaval – Joao Gilberto
Sonho De Um Carnaval – Paulinho Da Viola
Marcha Da Quarta Feira de Cinzas – Toquinho y Vinicius
El pasado 11 de noviembre recibí la triste noticia de la muerte de un gran bajista en el ámbito del jazz-fusión, Victor Bailey. Con tan solo 56 años perdió la batalla frente a una enfermedad llamada Charcot-Marie-Tooth. Inmediatamente me puse a trabajar para dedicarle un programa, que hoy comparto con ustedes.
Victor Bailey nació en Filadelfia un 27 de marzo de 1960, creció en una familia absolutamente musical. Su padre, Morris Bailey, Jr., fue compositor, arreglista, productor y saxofonista que tocó con grandes del jazz, como McCoy Tyner, Jimmy Smith, Lee Morgan y Reggie Workman. Su tío, Donald Bailey, fue un legendario baterista de jazz que formó parte el trío de Jimmy Smith. Victor contaba en alguna entrevista que incluso su abuelo, del que nadie de la familia conocía condición musical alguna, tomó un día las baquetas del tío Donald, comenzó a tocar, y todos quedaron con la boca abierta al ver el perfecto sentido del ritmo e independencia de los miembros que tenía. Después de la muerte del abuelo, sus familiares encontraron unas fotos en blanco y negro en la que aparecía sentado a una batería con su nombre inscrito, aunque él nunca les habló de ello.
Un día de esos, que nunca faltan en nuestras vidas, su padre lo llevó al estudio donde trabajaba. Era una mañana como cualquiera y el Sr. Bailey se quedó tranquilamente dormido, fue entonces cuando el pequeño Victor, aburrido al no estar jugando, y al ver a su padre dormido, se sentó al piano y comenzó a tocar, de manera absolutamente natural y espontánea el tema «Lean On Me» de Bill Withers. Su padre se despertó y al ver que quien tocaba era su hijo le preguntó que como sabía tocar así, a lo que el pequeño Victor le respondió, «no lo sé, simplemente toco». En ese momento Bailey sintió que lo que quería hacer en su vida era dedicarse a la música, pasando todo su tiempo libre en el estudio y practicando con el piano. Tres años más tarde decidió que quería ser baterista. Cuando sus padres le regalaron una batería por Navidad se puso de inmediato a tocarla. Su madre, completamente sorprendida le preguntó que como sabía tocar el instrumento y el joven volvió a responder, «no lo sé, simplemente toco». Una semana después formaría su primer grupo, a las tres semanas daría su primer concierto y tres meses después participaría en la que sería su primera sesión de grabación.
Sin embargo la batería no iba a ser su instrumento definitivo. Un día de esos, que nunca faltan en nuestras vidas, el grupo de Victor se encontraba tocando en el sótano de su casa, y al final del ensayo su bajista les dijo que dejaría la banda. Como no había nadie que se quería ocupar del bajo y podrían conseguir un reemplazo en la batería, Victor tomo el bajo en sus manos y una vez más lo entendió a la primera. Comenzó a tocar y su padre, que jamás había querido asistir a ninguno de sus ensayos, bajó corriendo las escaleras mientras gritaba poseido; «quién diablos está tocando el bajo?». Al ver que era su hijo de nuevo lo miró y le dijo; «Tienes que ser bajista». Por primera vez Victor sabía muy bien lo que había sucedido y le contestó simplemente, «Lo sé».
La primera vez que escuché un piano eléctrico tuve una de las sensaciones musicales más hermosas. No sabía exactamente que instrumento estaba escuchando, imaginé que era una especie de vibráfono, de xilofón eléctrico o de un piano electrificado con algún efecto especial. Su sonido cristalino y delicado en las notas agudas contrastaba profundamente con el sonido ronco, áspero y distorsionado de los graves. Los tonos medios en cambio, sonaban como un grupo de cámara de campanas tubulares. Lo recuerdo exactamente, fue el álbum “Friends” de Chick Corea, en el que escuché por primera vez ese mágico instrumento que me produjo la catarsis definitiva.
Tenía 11 años y la portada del disco de vinil, en la que se mostraba a un cuarteto musical de pitufos, no podría haber sido mejor elegida. Aunque no fui un seguidor de ese programa de dibujos animados, el sonido que salía de los surcos del disco era ideal para imaginarse alguna escena de esa serie. En el texto de la contratapa pude leer por primera vez el nombre del instrumento que me había cautivado: Fender Rhodes Piano.