Nacido un 2 de julio de 1930 en Pittsburgh, Pensilvania, fue bautizado como Frederick Russell Jones, pero una vez que se convirtió al Islam a principios de los años cincuenta, asumió el nombre musulmán que lo acompaña hasta la actualidad, Ahmad Jamal. Un pianista de estilo elaborado y muy personal. Intelectual y gran conocedor tanto del jazz como de la música clásica, considera a Bach y Liszt como iguales de Ellington o Nat «King» Cole. Como observa tras su larga experiencia formativa, Liszt tocaba muchas cosas no escritas y Ellington toca otras muchas que sí lo están, relativizando irónicamente las clasificaciones en géneros rígidos. La virtud esencial de su improvisación es el equilibrio, y la de su ejecución, en general, la claridad y el uso del silencio como elemento integrado en sus construcciones. Jamal toca con sorprendente modernidad sin recurrir a un solo cliché o procedimiento powelliano.
Este programa es un viaje a través de su obra desde 1951 hasta la actualidad.
Existe una vieja historia de la tradición entre los violinistas franceses que comenzó con Michel Warlop, una de las primeras estrellas francesas en el arte de tocar el violín que acompañó a cantantes como Maurice Chevalier y Germaine Sablon a mediados de los años treinta que también trabajó junto a Stephane Grappelli y Django Reinhardt. Esta conocida historia del violín cuenta que en 1937 Michel Warlop regaló su instrumento a Stephane Grapelli. Este pasaría el testigo, años más tarde, a Jean-Luc Ponty y en 1979 ambos tomaron la decisión de que debía llegar a las manos del entonces muy joven Didier Lockwood, es por eso que cuando uno escucha a Didier siente que en su instrumento está toda la historia del violín jazzístico y también su profundo acercamiento a la tradición clásica europea.
El 18 de febrero de 2018, ese violín quedó huérfano y este programa es un homenaje a este gran maestro francés del violín.
Dicen, y está claramente demostrado, que la música es el mejor conductor de las emociones.
En esta sesión quiero poner a prueba si esa transmisión emocional es más profunda a través de un tema cantado o uno instrumental.
Por eso, los temas elegidos son netamente baladas, ya que la balada además de entrañar más dificultad en su interpretación, es creada siempre para mostrar un sentimiento, hacerlo público, expresarlo, ese es su objetivo. En ese caso el instrumento solista tiene que cumplir esa finalidad y atribuirse características humanas.
Así pues es justo para el instrumento inerte y humano que ambos compitan ante el mismo objetivo, transmitir un sentimiento.
I´m a Fool To Want You – Billie Holiday
I´m a Fool To Want You – Dexter Gordon
I Fall In Love Too Easily – Chet Baker
I Fall In Love Too Easily – Miles Davis
Body And Soul – Ella Fitzgerald
Body And Soul – Bill Evans/Toots Thielemans
My Funny Valentine – Sting
My Funny Valentine – Art Farmer
Atrás Da Porta – Zimbo Trio
Atrás Da Porta – Elis Regina
A Child is Born – Richard Davis/Roland Hanna
A Child is Born – Helen Merrill/Ron Carter
How Do You Keep The Music Playing – Michel Legrand
El 20 de agosto de 2017 Sebastián Chaves plasmaba las siguientes líneas en el periódico La Nación”
“Que este sea un concierto que pueda, de alguna manera, abrir una nueva pauta en la música que se está tocando en Buenos Aires», le decía Luis Alberto Spinetta a su público el 17 de junio de 1977 en el teatro Lasalle. Y por arrogante que sonara, la propuesta lo mostraba, una vez más, desconcertando a su propio público y a la prensa. A pocos meses de la disolución de Invisible, se presentaba con una formación sin batería y lo que seguiría después de ese discurso sería una versión de On Green Dolphin Street, una canción popular que Miles Davis convirtió en standard de jazz en 1958 y que a partir de ahí grabarían desde Ella Fitzgerald hasta Bill Evans y, también en 1977, Return To Forever.
Spinetta lanzó en 1977 “A 18 minutos del sol”, el disco en el que abrazaría el jazz para siempre. Aunque siempre consciente de que el jazz era para él más un facilitador de nuevas variantes estéticas que de una nueva estructura estilística («Mi mundo siempre fue el pop, y yo tomo todo lo que se acerca a mi mundo», le decía a Eduardo Berti en el libro Crónica e iluminaciones, de 1988), lo cierto es que, a partir de ese momento, se rodearía casi invariablemente de, al menos, un músico jazzero en todos sus proyectos. Si Miles Davis, John McLaughlin, Chick Corea y Herbie Hancock habían electrificado el jazz para llegar a audiencias rockeras, Spinetta recorría el camino inverso: se nutría de armonías e improvisaciones jazzeras para revitalizar las formas rockeras que él consideraba obsoletas.
Spinetta había culminado su experiencia con Invisible y su histórico disco “El jardín de los presentes”, donde ya asomaban sonoridades jazzísticas (sobre todo después de la incorporación del virtuoso guitarrista Tommy Gubitsch). El disco “A 18 minutos del sol” refleja esta etapa jazzística de Spinetta. El toque de la batería y el bajo le dieron un pulso más cercano al jazz que al rock y la presencia de los teclados de Rappoport resultó un germen de usina sonora del cual Spinetta bebería de ahí en adelante.
En este programa no haremos un viaje histórico de cómo fue que la guitarra se introdujo en el jazz, sino más bien elegí a quince guitarristas que considero importantes e influyentes en el desarrollo de este instrumento.
Pero, para que el programa sea más concreto voy a plantearles las siguientes características que me permitirán redondear mucho más esta temática: La primera: solamente nos enfocaremos en la guitarra eléctrica. La segunda: será la guitarra eléctrica en el jazz. La tercera: escucharemos a quince guitarristas fundamentales que influyeron en la guitarra de jazz tocando un standard y la cuarta que como de costumbre se quedaron fuera muchos grandes guitarristas que no entraron en mi lista por un problema del tiempo del programa. Así que me hago absoluto responsable por haber dejado afuera a alguno que ustedes consideren fundamental en la historia del jazz.
Y la última característica de esta temática es que los escucharemos dialéctica y cronológicamente, pero no por el año de grabación, sino por el año de su nacimiento.
Era un francés de mundo, valiente e inconformista, osado e inquieto, y por eso su música tuvo que apoyarse en el jazz. Aunque él no entendiera de geografías ni pensamientos doctrinales, pertenecía a la vanguardia del jazz europeo. A sus 36 años se había convertido en uno de los pilares más sustanciosos de este género. Tenía un cuerpo menudo y deforme, unos ojos diminutos llenos de humanidad, y un par de enormes manos que le valieron para superar todo tipo de complejos.
Michel Petrucciani nació en 1962 en el día de los Santos Inocentes, en Orange, al sudeste de Francia, Una infección pulmonar pudo más que la enfermedad ósea que arrastraba desde su nacimiento, dejando huérfano al jazz europeo el 6 de enero de 1999. Fue un músico excepcional, un artista libre y vibrante, y un pianista lírico con una sensualidad inigualable. Pero por sobre todo un ser humano que emanaba generosidad y cariño, un hombre simple que tuvo una vida complicada que oscilaba entre el diario y silencioso combate contra el dolor y una intensa determinación hacía el bienestar.
“La muerte de un músico nos toca de una manera especial” decía Francis Marmande “porque ellos se llevan consigo secretos, el secreto de su sonido único, el secreto de la relación precisa entre espacio y tiempo” Petrucciani tenía eso y mucho más, era una mezcla de la delicadeza de Bill Evans, la irreverencia de Thelonious Monk, la rapidez de Art Tatum, el sonido percusivo de Ahmad Jamal y el arte de la improvisación de Keith Jarrett.
Lovelee – Michel Petrucciani/Lee Koonitz
Turn Around – Michel Petrucciani
Lady Day – Michel Petrucciani/Charles Lloyd
Bimini – Petrucciani/Hall/Shorter
Face’s Face – Michel Petrucciani
One of Us – Michel Petrucciani
Looking Up – Michel Petrucciani
Contradictions – Michel Petrucciani
Rachid – Michel Petrucciani
Satin Doll – Michel Petrucciani/Tony Petrucciani
Take the A Train – Michel Petrucciani
You are my Waltz – Michel Petrucciani
Simply Bop – Michel Petrucciani/Eddy Louis
Besame Mucho – Michel Petrucciani
Little Peace in C For U – Michel Petrucciani/Stephane Grappelli
«Moriré a los setenta años, porque después solo hay dolor», profetizó una mujer que conoció los extremos de la gloria y la miseria, de la felicidad y el dolor, que estuvo sometida a los vaivenes de la fama y marcada por una personalidad llena de aristas.
Desde la música clásica al góspel, el blues, el soul, el funk y el pop, esta gran artista abarcó casi todos los géneros, aunque se la suele etiquetar, de forma un tanto ligera, como compositora, cantante y pianista de jazz. Al respecto ella fue contundente con esta definición: “Para la mayor parte de los blancos, jazz significa negro y jazz significa sucio y eso no es lo que toco. Yo toco música clásica negra.”
Este aspecto es una de las claves que diferencia a Nina Simone del resto de las estrellas de su época: Su hondo compromiso social. En la causa de los derechos civiles ella encontró algo que daba sentido a su existencia más allá del duro trabajo y las extenuantes jornadas de composición y grabación a la que la sometía su marido.
Dura, combativa y caprichosa, siempre sospechó que el color de su piel le cerró las puertas del conservatorio musical de Filadelfia, ciudad a la que había viajado desde el profundo sur gracias al dinero recaudado por su comunidad, en la que su madre ocupaba un lugar destacado como reverenda baptista. Después de aquel fracaso sobrevivió en Nueva York con trabajos precarios, hasta que decidió probar fortuna en Atlantic City.
Los invito a este viaje musical a través de algunos de sus temas más cercanos al jazz.
“El jazz es una música que permite todas las imaginaciones” decía Julio Cortazar, mejor descripción para esta música no podía haber sido planteada. Y el jazz no solamente se lo puede disfrutar escuchando a los grandes maestros de este género, sino también a músicos de otros corrientes. El jazz brinda herramientas que pueden ser utilizadas en el pop, el rock, el funk y otros estilos que permiten a los músicos dar rienda suelta a su creatividad y expresión. En esta sesión de la quinta les presentaré a ustedes algunos temas que corresponden a músicos de otras vertientes que alguna vez se animaron a utilizar elementos del jazz para la interpretación de su arte.
I See You – Yes
Blue Bossa – Steve Howe/Martin Taylor
Much Better Reason – Jon Anderson
Talisman/Caravan – Patrick Moraz
Summertime – Rick Wakeman
Summertime – Keith Emerson
Honky Tonk Train Blues – Emerson, Lake & Palmer
Sailors Tale – King Crimson
Serenade To a Cuckoo – Jethro Tull
Up From The Skies – Jimi Hendrix Experience
Uncle Jam – Ten Years After
Yours Is The Light – Santana
Love Theme From Spartacus – Santana
The Way You Look Tonight – Rod Stewart
Bye, Bye Blackbird – Paul McCartney
The Dream Of The Blue Turtles/Moon Over Bourbon Street – Sting
Un lunes 23 de diciembre de 1929 nació un hombre asomado a los abismos de la vida, un jazzista con todos los vértigos de la emoción. Su historia está llena de luces y sombras, desde su niñez acomplejada por una belleza femenina, su relación tortuosa con mujeres, novias y amantes, su adicción a la heroína, el trato con la policía y la mafia, su paso por la cárcel, el desprecio recibido por parte de algunos jazzistas negros. A pesar de ello el lirismo de su música siempre contrastó con un caminar sinuoso y atormentado que al final acabaría trágicamente a los cincuenta y ocho años, un 13 de mayo de 1988, cuando terminaba su paso por este mundo.
La historia rápida de Chet Baker es más o menos así: nacido en el seno de una familia humilde, Chesney es un niño de una belleza casi femenina, sometido a una madre posesiva y a la violencia de su padre alcohólico, un músico frustrado cuya inestabilidad laboral conduce a la familia a la pobreza. Esas circunstancias familiares lo destinan al fracaso, pero aunque su inocultable fragilidad será una marca que llevará de por vida, los dones con que la suerte lo dotó (belleza y talento) parecen salvarlo.
Chesney nace bendecido con una facilidad innata para la música, pero no tiene tiempo para aprender a leer y mucho menos a solfear. Simplemente un día se hace de una trompeta y toca. Pero a medida que va creciendo y se convierte en Chet, oculta su inseguridad ajustándose al modelo de rebelde sin causa.
La tensión entre aspectos aparentemente irreconciliables nos da la clave del misterio de Chet Baker. Bien vestido, reacio al tabaco, nativo del interior profundo con sus servicios al ejército, su imagen coincidía con la de un posible personaje de película. Una especie de “patriota campesino que, gracias a la magia de su trompeta y su voz, conoció el éxito”. Era la encarnación más perfecta de un cierto sueño americano. Pero había un pequeño problema, a los 25 años, Chet Baker ya estaba consumido por las drogas. Y además, sus seguidores percibían algo que los demás ignoraban. No lo admiraban por su cercanía con el modelo del buen joven norteamericano sino por lo contrario. Chet Baker era, para los jóvenes blancos contestatarios el mejor modelo antisocial posible.
Para la sesión de hoy quiero compartir con ustedes un programa que en algunas partes bordeará y en muchos casos rebasará las fronteras del jazz. Del jazz como se lo conoce, en términos estrictos, pero ya saben que yo prefiero una definición particular y personal del jazz, en la que se establece que el jazz, más que un ritmo, unos acordes, improvisación, tipos de instrumentos, síncopas, swing, etc. es ”Una actitud hacia la música”. Ojo, esta definición puede chocar, o estar en contra ruta con la definición de lo que es la “tradición del jazz”. Así que…nos flexibilizaremos un poquito para poder disfrutar de los temas que hoy he seleccionado para compartir con ustedes.
La temática de esta sesión girará alrededor de tres discos que compre hace poco tiempo, y que me sorprendieron mucho, sobre todo por la actitud de los interpretes de los mismos. Me estoy refiriendo a las últimas producciones de Richard Bona, Esperanza Spalding y Avishai Cohen. Un camerunés, una norteamericana y un israelita. 47, 50 y 33 años respectivamente. Si bien los tres, tienen como instrumento principal el bajo y el contrabajo, también les encanta cantar y dos de ellos son multi-instrumentistas. Pero, yo los conocí primero dándole a las cuatro cuerdas. Lo interesante es que en los tres casos, sus últimos discos tienen una coincidente cercanía con el pop, un maravilloso y bien estructurado pop. Y en uno de los casos una aproximación profunda a la música cubana. Por eso, metodológicamente, escucharemos seis temas de cada uno, el primero de ellos, cuando eran acompañantes de algún grande del jazz, los dos siguientes corresponderán a sus discos solistas anteriores y los tres últimos temas de esta última producción a la que hago referencia.
Bright Size Life – Pat Metheny TrioBright Size Life – Pat Metheny Trio
Teen Town – Richard Bona
Widow´s Dance Celebration of a New Life – Richard Bona